Cuento de LAURI SAN
LAURI SAN
I
Érase una vez una niña pequeñita, llamada Lauri San, que vivía en una playa de la costa de Japón, cerca del mar. Era rubita, con ojos azules claros como el cielo, muy linda y simpática. Vivía en una casita de papel construida sobre la misma arena de la playa.
Su casa era preciosa, tenía el techo de celofán, en color azul, que dejaba pasar una luz azulada preciosa durante el día. Las paredes eran todas de cartulinas de distintos colores.
Una mañana, Lauri estaba jugando en la playa, con su cubo y su pala, haciendo un enorme y precioso castillo de arena. Cuando de repente, miró al cielo, y suspirando, vio como las gaviotas jugaban entre sí muy animadas con las olas.
Una sonrisa le surgió, como siempre que algo o alguien le recordaba a su amigo, el osito Honny.
Decidió que era el momento de escribirle una carta. Así que, aquella noche, puso una vela encima de la mesita de madera que tenía fuera, sobre la arena, cogió papel y lápiz y se puso a escribir...
"Querido osito Honny: Me acuerdo mucho de ti. Te echo de menos. Me gustaría que vinieras conmigo a jugar otra vez. Besos,
Lauri San"
Hizo con la carta un rollito muy fino, y lo metió en una botella de cristal vacía, que tapó con un corcho. Después, se acercó al mar. Las olas la saludaron con rugidos suavemente... y Lauri les lanzó la botella para que ellas llevaran el mensaje.
II
La botella subía y bajaba montada en la cresta de las olas, mientras la llevaban por un camino de plata que la Luna hizo en el mar para que no se perdiera, un camino que conducía directamente a la isla donde vivía el osito Honny.
Allí, en la orilla de una playa, estaba el osito subido a una roca, enfrascado en pescar algo para cenar, cuando una amistosa ola depositó ante sus zarpas la cansada botella.
El osito abrió la botella, y sacando el rollito de papel lo leyó.
Una enorme sonrisa le surgió en el rostro, al leer el mensaje de su amiga. Así que, ni corto ni perezoso, se fue a hacer su mochila, y montándose en su pequeña barca, se lanzó a cruzar el mar.
Estaba amaneciendo, y Lauri no podía dormir. Se puso las zapatillas y se fue a la playa, para dar los buenos días al Sol. Allí, sentada en la arena , pudo contemplar a la Luna recogiendo su camino de plata y a las estrellas recoger la sábana de terciopelo azul que envolvía el cielo, porque el Sol se desperezaba ya.
Y poco a poco, un disco rojo, aun con cara de sueño, se lavaba la cara en el mar y salía rápidamente por el horizonte. Lauri le sonrió y le deseó un feliz día, a lo cual el Sol le respondió con una inmensa sonrisa en forma de claridad en el cielo, y comenzó a pintar otra vez el mar de azul marino.
Y mientras sucedía esto, Lauri pudo divisar en la lejanía como sobre las olas viajaba una barquita, y dentro de ella, alguien que la saludaba muy alegre.
¡Era su amigo Honny!
III
Al llegar la barca a la orilla, el osito se bajó rápidamente de un salto, y mirando a su amiga, corrió con los brazos abiertos para abrazarla, mientras gritaba
"¡Hola Lauri aquí estoy por fin!" Dijo el oso, entre alegres risotadas.
Y Lauri, llena de emoción, fue corriendo a su encuentro, feliz de estar con su amigo. Se dieron tal abrazo que los dos rodaron por la arena varias veces.
Una vez se saludaron, Lauri llevó a su amigo a la casita de papel. Allí le mostró su habitación, hecha con una preciosa cartulina verde pálido, pintada con flores y tarros de miel. El osito estaba maravillado de la casa de su amiga. "¡Qué bonita es!" Dijo con admiración.
Durante días, jugaron todo el día en la playa, construyendo con el barro todo lo que soñaban, navegando sobre las olas y buceando en el mar, riendo con las gaviotas y nadando entre bancos de peces.
Una mañana que estaban en la orilla construyendo otro tremendo castillo, Honny miró el horizonte y comenzó a fruncir el ceño.
"¡¡Piratas!!" Gritó.
A lo lejos, un tremendo navío de repleto de mástiles y velas, con bandera negra y calavera incrustada, dirigía veloz su proa hacia la playa...
IV
Rápidamente, el osito hizo un enorme agujero en la orilla.
"Escondámonos aquí, Laurí, así los piratas no podrán divisarnos" Dijo el osito.
Lauri estaba muy asustada para pensar nada, asi que hizo caso a su amigo, y los dos saltaron dentro del hoyo que taparon con hojas de palmeras.
Los piratas lanzaron un bote al mar, y desembarcaron en la playa diez de ellos, todos muy feos. Gritaban y rugían, porque estaban deseando pisar tierra y siempre cogían lo que se les antojaba allí donde iban.
El jefe de la partida, un hombre feo, maloliente, con una pata de palo y un cuervo negro en el hombro, tenía un parche en un ojo, y rastreó con el que le quedaba la playa. Señalando con su bastón hacia la casa, gritó a sus hombres:
- "¡Es nuestra, no dejéis nada en pie!"
Los piratas se lanzaron sobre la casa, gritando y disparando sin ton ni son. Entraron en ella, y al comprobar que no había nadie, revolvieron todo lo que encontraron y se comieron toda la comida que Lauri guardaba en su alacena, transportando a la barca todos los juguetes que Lauri San tenía en su casa.
Por último, el capitán de los piratas, enfadado por no haber podido luchar con nadie, decidió quemar la casa, y con un cigarro cubano muy grande que llevaba pegado a sus labios, le prendió fuego.
Y así, riéndose como el mismo demonio, el capitán y sus compinches se subieron a la barca cargada con todas las pertenencias de Lauri: Sus dibujos, sus retratos, sus fotos, sus muñecas y todos sus juguetes. Regresaron al barco cantando medio borrachos, e izando anclas partió de nuevo a las profundidades del mar.
Lauri y el osito salieron de su escondite al cabo de un buen rato, todavía asustados. Al comprobar que no le quedaba nada, ella se puso a llorar desconsoladamente.
V
"No llores, Lauri" le dijo su amigo el osito. "Volveremos a construir tu casa, esta vez más bonita que antes".
Y recogiendo sus lágrimas, la llevó cogida de la mano al pueblo más cercano, donde el osito Honny comenzó a comprar cartulina, papel de distintos colores, celofán, tijeras, pegamento, papel celo, lápices y pinturas de colores.
Después, el osito y Lauri decidieron contar lo sucedido a sus amigos, y les escribieron telegramas desde el pueblo para que ellos vinieran a ayudarles.
Y poco a poco..... fueron llegando, de sitios muy remotos, un montón de amigos de Lauri y Honny.
El cangrejo, el canguro, el mono, el delfín, la gaviota, el caballo.... no faltaba ninguno. Todos abrazaron a Lauri, y esta, emocionada, les recibió a todos con una enorme sonrisa.
Volvieron todos a la playa, y allí sobre la arena, comenzaron a dibujar las paredes, las ventanas, el techo, el suelo,... todo lo que una preciosa casa podía tener. Cada uno hacia lo que mejor sabía, y se ayudaron mutuamente para terminar pronto la casa.
Una vez que recortaron y pegaron todo, en la playa se levantaba una casa de papel mucho más bonita que la anterior.
Todos sonreían felices, y Lauri estaba emocionada, gritando de contenta "¡Pero si es preciosa mi nueva casa, gracias!"
Y decidió que tenían que celebrarlo.
Así que, al llegar la noche, llenaron la playa de velas de colores, pusieron música y una enorme mesa llena de cosas de comer y beber muy ricas. Todos se disfrazaron con ropas muy lindas y comenzaron a bailar y reír hasta el amanecer.
A la mañana siguiente, cuando recogieron todo y una vez que los amigos de Lauri se durmieron, el osito Honny hizo su mochila y se montó en su barca.
Lauri, aunque no quería que su amigo se fuera, no dijo nada, y le acompañó a la barca en silencio.
Su amigo el oso la miró con una sonrisa, y la dijo:
-"Somos amigos. Grita mi nombre al viento, y vendré".
Lauri le sonrió y le dio un beso de despedida. Sabía de sobra que podía contar con él. "Gracias osito, por ser mi amigo".
Y mientras el osito Honny se alejaba sobre las olas del mar, Lauri se dio cuenta que...
Los piratas no habían podido quitarle su mayor tesoro... la amistad de su amigo el osito Honny.
Fin
Miguel Ángel W. "Mawey"
Verano del 2001 ®
I
Érase una vez una niña pequeñita, llamada Lauri San, que vivía en una playa de la costa de Japón, cerca del mar. Era rubita, con ojos azules claros como el cielo, muy linda y simpática. Vivía en una casita de papel construida sobre la misma arena de la playa.
Su casa era preciosa, tenía el techo de celofán, en color azul, que dejaba pasar una luz azulada preciosa durante el día. Las paredes eran todas de cartulinas de distintos colores.
Una mañana, Lauri estaba jugando en la playa, con su cubo y su pala, haciendo un enorme y precioso castillo de arena. Cuando de repente, miró al cielo, y suspirando, vio como las gaviotas jugaban entre sí muy animadas con las olas.
Una sonrisa le surgió, como siempre que algo o alguien le recordaba a su amigo, el osito Honny.
Decidió que era el momento de escribirle una carta. Así que, aquella noche, puso una vela encima de la mesita de madera que tenía fuera, sobre la arena, cogió papel y lápiz y se puso a escribir...
"Querido osito Honny: Me acuerdo mucho de ti. Te echo de menos. Me gustaría que vinieras conmigo a jugar otra vez. Besos,
Lauri San"
Hizo con la carta un rollito muy fino, y lo metió en una botella de cristal vacía, que tapó con un corcho. Después, se acercó al mar. Las olas la saludaron con rugidos suavemente... y Lauri les lanzó la botella para que ellas llevaran el mensaje.
II
La botella subía y bajaba montada en la cresta de las olas, mientras la llevaban por un camino de plata que la Luna hizo en el mar para que no se perdiera, un camino que conducía directamente a la isla donde vivía el osito Honny.
Allí, en la orilla de una playa, estaba el osito subido a una roca, enfrascado en pescar algo para cenar, cuando una amistosa ola depositó ante sus zarpas la cansada botella.
El osito abrió la botella, y sacando el rollito de papel lo leyó.
Una enorme sonrisa le surgió en el rostro, al leer el mensaje de su amiga. Así que, ni corto ni perezoso, se fue a hacer su mochila, y montándose en su pequeña barca, se lanzó a cruzar el mar.
Estaba amaneciendo, y Lauri no podía dormir. Se puso las zapatillas y se fue a la playa, para dar los buenos días al Sol. Allí, sentada en la arena , pudo contemplar a la Luna recogiendo su camino de plata y a las estrellas recoger la sábana de terciopelo azul que envolvía el cielo, porque el Sol se desperezaba ya.
Y poco a poco, un disco rojo, aun con cara de sueño, se lavaba la cara en el mar y salía rápidamente por el horizonte. Lauri le sonrió y le deseó un feliz día, a lo cual el Sol le respondió con una inmensa sonrisa en forma de claridad en el cielo, y comenzó a pintar otra vez el mar de azul marino.
Y mientras sucedía esto, Lauri pudo divisar en la lejanía como sobre las olas viajaba una barquita, y dentro de ella, alguien que la saludaba muy alegre.
¡Era su amigo Honny!
III
Al llegar la barca a la orilla, el osito se bajó rápidamente de un salto, y mirando a su amiga, corrió con los brazos abiertos para abrazarla, mientras gritaba
"¡Hola Lauri aquí estoy por fin!" Dijo el oso, entre alegres risotadas.
Y Lauri, llena de emoción, fue corriendo a su encuentro, feliz de estar con su amigo. Se dieron tal abrazo que los dos rodaron por la arena varias veces.
Una vez se saludaron, Lauri llevó a su amigo a la casita de papel. Allí le mostró su habitación, hecha con una preciosa cartulina verde pálido, pintada con flores y tarros de miel. El osito estaba maravillado de la casa de su amiga. "¡Qué bonita es!" Dijo con admiración.
Durante días, jugaron todo el día en la playa, construyendo con el barro todo lo que soñaban, navegando sobre las olas y buceando en el mar, riendo con las gaviotas y nadando entre bancos de peces.
Una mañana que estaban en la orilla construyendo otro tremendo castillo, Honny miró el horizonte y comenzó a fruncir el ceño.
"¡¡Piratas!!" Gritó.
A lo lejos, un tremendo navío de repleto de mástiles y velas, con bandera negra y calavera incrustada, dirigía veloz su proa hacia la playa...
IV
Rápidamente, el osito hizo un enorme agujero en la orilla.
"Escondámonos aquí, Laurí, así los piratas no podrán divisarnos" Dijo el osito.
Lauri estaba muy asustada para pensar nada, asi que hizo caso a su amigo, y los dos saltaron dentro del hoyo que taparon con hojas de palmeras.
Los piratas lanzaron un bote al mar, y desembarcaron en la playa diez de ellos, todos muy feos. Gritaban y rugían, porque estaban deseando pisar tierra y siempre cogían lo que se les antojaba allí donde iban.
El jefe de la partida, un hombre feo, maloliente, con una pata de palo y un cuervo negro en el hombro, tenía un parche en un ojo, y rastreó con el que le quedaba la playa. Señalando con su bastón hacia la casa, gritó a sus hombres:
- "¡Es nuestra, no dejéis nada en pie!"
Los piratas se lanzaron sobre la casa, gritando y disparando sin ton ni son. Entraron en ella, y al comprobar que no había nadie, revolvieron todo lo que encontraron y se comieron toda la comida que Lauri guardaba en su alacena, transportando a la barca todos los juguetes que Lauri San tenía en su casa.
Por último, el capitán de los piratas, enfadado por no haber podido luchar con nadie, decidió quemar la casa, y con un cigarro cubano muy grande que llevaba pegado a sus labios, le prendió fuego.
Y así, riéndose como el mismo demonio, el capitán y sus compinches se subieron a la barca cargada con todas las pertenencias de Lauri: Sus dibujos, sus retratos, sus fotos, sus muñecas y todos sus juguetes. Regresaron al barco cantando medio borrachos, e izando anclas partió de nuevo a las profundidades del mar.
Lauri y el osito salieron de su escondite al cabo de un buen rato, todavía asustados. Al comprobar que no le quedaba nada, ella se puso a llorar desconsoladamente.
V
"No llores, Lauri" le dijo su amigo el osito. "Volveremos a construir tu casa, esta vez más bonita que antes".
Y recogiendo sus lágrimas, la llevó cogida de la mano al pueblo más cercano, donde el osito Honny comenzó a comprar cartulina, papel de distintos colores, celofán, tijeras, pegamento, papel celo, lápices y pinturas de colores.
Después, el osito y Lauri decidieron contar lo sucedido a sus amigos, y les escribieron telegramas desde el pueblo para que ellos vinieran a ayudarles.
Y poco a poco..... fueron llegando, de sitios muy remotos, un montón de amigos de Lauri y Honny.
El cangrejo, el canguro, el mono, el delfín, la gaviota, el caballo.... no faltaba ninguno. Todos abrazaron a Lauri, y esta, emocionada, les recibió a todos con una enorme sonrisa.
Volvieron todos a la playa, y allí sobre la arena, comenzaron a dibujar las paredes, las ventanas, el techo, el suelo,... todo lo que una preciosa casa podía tener. Cada uno hacia lo que mejor sabía, y se ayudaron mutuamente para terminar pronto la casa.
Una vez que recortaron y pegaron todo, en la playa se levantaba una casa de papel mucho más bonita que la anterior.
Todos sonreían felices, y Lauri estaba emocionada, gritando de contenta "¡Pero si es preciosa mi nueva casa, gracias!"
Y decidió que tenían que celebrarlo.
Así que, al llegar la noche, llenaron la playa de velas de colores, pusieron música y una enorme mesa llena de cosas de comer y beber muy ricas. Todos se disfrazaron con ropas muy lindas y comenzaron a bailar y reír hasta el amanecer.
A la mañana siguiente, cuando recogieron todo y una vez que los amigos de Lauri se durmieron, el osito Honny hizo su mochila y se montó en su barca.
Lauri, aunque no quería que su amigo se fuera, no dijo nada, y le acompañó a la barca en silencio.
Su amigo el oso la miró con una sonrisa, y la dijo:
-"Somos amigos. Grita mi nombre al viento, y vendré".
Lauri le sonrió y le dio un beso de despedida. Sabía de sobra que podía contar con él. "Gracias osito, por ser mi amigo".
Y mientras el osito Honny se alejaba sobre las olas del mar, Lauri se dio cuenta que...
Los piratas no habían podido quitarle su mayor tesoro... la amistad de su amigo el osito Honny.
Fin
Miguel Ángel W. "Mawey"
Verano del 2001 ®
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